Page 24 - Fútbol y globalización
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FÚTBOL Y GLOBALIZACIÓN
24 MEDIOS, MERCADOS E INCLUSIONES
de distintos agentes —radio, prensa, televisión, escuela, Estado, etcétera— con el fin de estruc-
turar una división constitutiva convertida en un discurso de completitud (Echeverry Díaz, 2017).
Para consolidarse como “comunidades imaginadas”, los Estados nacionales tuvieron la nece-
sidad de amalgamar a sus integrantes sobre la idea de un espíritu colectivo inserto en el tiempo
(Anderson, 1993), construir una mitología que diera cuenta de un origen común sobre el cual
invocar un sentido de unidad y fijar una continuidad y fronteras en relación con otras naciones.
En dicha tarea jugaron un papel importante las figuras heroicas fundadoras. No obstante, las co-
munidades imaginadas se encuentran en permanente proceso de resignificación de sus verdades.
En efecto, cuando los mitos y figuras patrióticas sobre los que se fundaron los imaginarios
de lo nacional perdieron su capacidad para amalgamar las esperanzas de las clases populares de
finales del siglo XIX, apareció la necesidad de recrear nuevos héroes y mitos que se ajustaran a sus
cualidades, estuvieran a su alcance, se formaran de abajo hacia arriba, propiciaran nuevos espacios
de congregación y convocaran a un público más amplio y heterogéneo (Finucci Curi, 2011). Con
este panorama, el fútbol se convirtió en una fábrica de imágenes y tradiciones unificadoras, tuvo
la capacidad de echar a andar ideas románticas y heroicas y epopeyas apropiadas por los ciuda-
danos. Poco a poco, con ayuda de medios masivos de comunicación como la prensa, la radio
y la televisión, se fueron construyendo narraciones épicas de las hazañas de los nuevos héroes.
Así, los jugadores, los clubes y las selecciones nacionales pasaron a ser recursos productores de
imaginarios de lo patrio.
En muchos países el fútbol se consolidó como una tradición extendida con la finalidad de
inculcar valores que conectaran a las personas con un pasado nacional “glorioso”. Luego, asistir a
los partidos, acompañar los triunfos y derrotas de la selección, portar sus colores o entonar sus
cánticos se fue convirtiendo en parte de las constelaciones de sentido de cada nación. La capaci-
dad futbolística, las victorias acumuladas y las particularidades locales en el juego se empezaron a
convertir en un indicador de la potencia nacional.
Pese a tratarse de un producto cultural inicialmente “importado”, el fútbol fue apropiado como tradición
y convertido en un elemento útil para estimular la integración simbólica tan necesaria para la confor-
mación de las identidades que están en la base de esas comunidades imaginadas que son las naciones
(Villena, 2003).
En conclusión, en la primera mitad del siglo XX el fútbol se configuró en estrecha articulación
con lo patrio y con la cultura popular. No obstante, los cambios acontecidos a partir de la segunda
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